El devenir del signo
Nada es; todo deviene.
Friedrich Hegel
Toda memoria está siempre amenazada por el olvido o la destrucción, creamos y destruimos datos constantemente, gran parte de esa memoria está compuesta por imágenes. El poder evocador de las imágenes unido a sus propiedades simbólicas ha hecho de la cultura humana lo que hoy conocemos, el arte lucha contra el olvido.
Estamos acostumbrados a visitar exposiciones de imágenes, esta es una exposición -sobre- la imagen, en ella se evidencia su potencia comunicativa, también la plasticidad y fragilidad de su esencia.
La evolución de los signos, viene ocurriendo sin interrupción desde la prehistoria y nuestras sociedades actuales podrían definirse como eminentemente visuales. Actualmente, la imagen se encuentra en un período de desmaterialización y esto, lejos de restarle poder, lo multiplica.
La destrucción de símbolos ajenos ha sido una práctica sistemática de todas las civilizaciones para imponer su control sobre otras, este hecho sumado a la destrucción por el tiempo y la pérdida de datos por otros procesos transformacionales, hacen que la laguna sea parte integral del archivo. Es la laguna la que da sentido al archivo y se puede llenar de diferentes maneras, una especie de kintsugi de la memoria, es decir, de la imagen.
Las imágenes sobre piedra fueron las primeras y han demostrado por su rotunda materialidad ser las más persistentes, sin embargo el tiempo ha borrado su significado, ya no son memoria, son fósiles, aunque conservan su aura de piezas únicas. Parte de un rompecabezas incompleto susceptible de interpretación, alimento para la curiosidad, la intuición y la serendipia. Una vía al conocimiento.
Existe una evidente relación de continuidad entre el tótem, el escudo de armas y la marca comercial, en diferentes momentos del desarrollo social cumplen funciones equivalentes en la regulación de la sociedad y en la construcción del imaginario colectivo. El tótem define identidad, pertenencia, la heráldica regula la legitimidad de la propiedad, la herencia y la marca garantiza la autenticidad. Todas apuntan a un solo objetivo: el control simbólico. En nuestra sociedad de consumo la marca no sólo designa un producto, también incide en los aspectos de identidad y pertenencia de los individuos y por tanto en la dinámica social.
El concepto de archivo como recurso del arte existe aún desde antes de que el concepto del arte cambiara. La paciente recolección y acopio de miles de bolsas estampadas con marcas comerciales de ámbito global fue el inicio de este juego participativo convertido en ejercicio de semiótica visual. La bolsa, un objeto eminentemente utilitario puede convertirse en una metáfora del mundo, como humilde contenedor y como símbolo de estatus.
Karen Clachar es una artista conceptual cuyo trabajo instalativo, participativo y público documenta los procesos que constituyen su búsqueda de conocimiento y eso es lo que da sentido a su obra y a la presente muestra, una re-visión transversal de la memoria perdida y la impuesta.
Hay una actitud inquisitiva detrás de la aparente frivolidad del juego de encuentros, hibridaciones e interferencias. El roce entre el ancestral petroglifo y la marca comercial produce una fuerte tensión formal y alteración de códigos; genera contradicciones, coincidencias, sinergias. El cruce de caminos convertido en laberinto.
Una propuesta lúdica que va más allá e interroga al espectador ¿Qué fuimos? ¿Qué somos? O más bien ¿En qué nos hemos convertido?
Estamos ante una obra incisiva, casi impertinente pero cargada de verdad.
Rolando Faba. Marzo de 2018.