GLIFO-BRANDING , Karen Clachar

Mi infancia, como la de tantos otros costarricenses, transcurrió en Guanacaste, corriendo por las sabanas y descubriendo los misteriosos grabados sobre las piedras, que con el tiempo supe que se llamaban petroglifos, palabra –por supuesto- de origen griego, (desconocemos su nombre en chorotega) significando petros (piedra) y glyphein (tallar). 

Estos petroglifos de las sabanas guanacastecas y de las faldas del Rincón de la Vieja, han poblado mis días de manera recurrente, marcas con el sentido elemental de una naturaleza sagrada, con el supuesto propósito de indicar accidentes naturales, lenguajes de deidades ancestrales.

Yo, como miembro de la sociedad de consumo - habitante de este mundo globalizado,- he aprendido las jerarquías de los símbolos, fascinada por las marcas en las bolsa de papel de productos exclusivos, observadora que se deleita- por mi experiencia publicitaria- en el diseño y su sentido de valor agregado, de la misma manera que en mi infancia observaba detenidamente las marcas en la piedra vetusta, sintiéndolas más que pensándolas.

En mi práctica como artista visual, seguramente como un vestigio de aquellos surcos inscritos en las piedras, el grabado fue una de las técnicas aprendidas que más he disfrutado, por la manufactura y necesario control del medio. Hace poco más de un año, los petroglifos grabados en mi memoria inconsciente, comenzaron a surgir en medio de esa labor. Marcas que sin mediar razón, representaban ese espacio sagrado trazado en mi memoria, que no es sólo mío, sino que pertenece a la psicogenealogía de la comunidad guanacasteca.

A partir de entonces, nada más natural que imprimir mis xilografías sobre las bolsas de marca, esas bolsas de papel que gritan al observador, (al salir de la tienda con ella colgando de la mano), “quién soy yo”, que adquiero “esta marca”, el sentido sagrado del consumismo, basado en la nueva religión de la economía. Sobre ellas, imprimo las marcas del espacio elemental y sagrado, de lo natural que vive en cada uno de nosotros, olvidado o negado, pero presente, queramos o no aceptarlo, y que aparece en sueños, en imaginaciones activas o en representaciones visuales, como en este caso.

El espacio expositivo

Estas bolsas de papel marcadas con los glifos del branding, - numerosas como los productos y sus valores agregados- , poblarán el espacio, ocupando el suelo, de manera que obstaculicen el paso, - un llamado a parar y observar, rompiendo la urgencia de nuestras vidas y su automático recorrido por las muestras. El llamado de la intervención es a preguntarse, ¿qué es qué? Porque la marca de consumo, en general exclusiva, que persiste bajo mi xilo, llamará la atención primero, por la mnemotecnia del mercadeo, y luego, observarán la dualidad presente en las bolsas, ¿qué priva en esta propuesta, la marca o la xilografía? 

Este es el espacio dual de nuestra cultura: el glifo – la marca comercial- del branding; y la xilografía, la marca de la memoria ancestral traducida en la memoria inconsciente, esta vez, poblando juntas, un encuentro interpersonal y colectivo.

-Marcela Valdeavellano